Alfonso es el nombre de monarca más repetido en nuestra historia. Por el momento llega hasta el XIII. Casi todos ellos reinaron en la Edad Media. Once de los trece ocuparon el trono entre la segunda mitad del siglo VIII, en que reinó Alfonso I de Asturias —por aquellas fechas la lucha contra el islam estaba en ciernes y los cristianos dominaban sólo algunas partes de la orla montañosa cantábrica a los que había que añadir algunos núcleos de resistencia al islam surgidos al pie de los Pirineos— y mediados del siglo XIV en que fue rey Alfonso XI, el monarca que detuvo la invasión de los benimerines en la batalla del Salado, tuvo por amante a doña Leonor de Guzmán y sus restos reposan en la cordobesa colegiata de San Hipólito.
Bajo el reinado de varios de ellos hubo hechos históricos relevantes. Reinado Alfonso II, al que llamaron «el Casto», se «descubrió» el sepulcro del apóstol Santiago. Con Alfonso VI, conocido como «el Bravo», se produjo la conquista Toledo, la vieja capital de los visigodos y se dice, aunque no parece ser cierto, que fuera obligado por el Cid a jurar en Santa Gadea no haber participado en la muerte de su hermano Sancho II. Alfonso VIII fue el vencedor en la batalla de las Navas de Tolosa, conjurando el peligro almohade. Alfonso X, llamado «el Sabio», impulsó la escuela de traductores de Toledo.
El séptimo Alfonso, llamado «el Emperador», fue el primero de los reyes cristianos que se apoderó, aunque de forma efímera, de la Córdoba musulmana. Un episodio poco conocido, acaecido casi un siglo antes de que Fernando III llevara a cabo la conquista definitiva de la ciudad y su incorporación a la Corona de Castilla.
En 1145, se había proclamado califa independiente del poder almorávide, cuyo centro estaba en Marraquesh, un riquísimo cadí cordobés, llamadoAhmad ibn Hamdin. Pero meses después fue depuesto por Ibn Ganiya, el gobernador almorávide de Al-Andalus El depuesto califa solicitó la ayuda de Alfonso VII, quien se presentó ante los muros de Córdoba en mayo de 1146. Los cristianos, tras un breve cerco, entraron en la ciudad de Córdoba mediado el mes. Las crónicas musulmanas indican que fue el día 24 y se extienden, con todo lujo de detalles, en contar el saqueo a que fue sometida la ciudad y su mezquita aljama por los cristianos que se llevaron las esferas de oro y plata de su yamur y un famoso Corán que se atribuía al califa Otmán. Las crónicas cristianas señalan que las tropas de Alfonso VII sólo ocuparon la mitad de la ciudad, la Medina, mientras los musulmanes se refugiaban en la Axarquía y en la «Primera Crónica General», mandada componer por Alfonso X «el Sabio», se dice que Ibn Ganiya juró sobre un Corán, en la mezquita aljama cordobesa, que sería vasallo del monarca cristiano. En esa misma Crónica se señala que en dicha mezquita el obispo Raimundo celebró una misa solemne, restaurando el culto cristiano, al estar la mezquita levantada sobre una antigua basílica visigoda dedicada a San Vicente.
La presencia de las tropas cristianas en Córdoba fue efímera. La ciudad sólo estuvo en su poder unos pocos días —nueve más o menos, según las fuentes musulmanas y eso significaría que se retiraron a primeros de junio— dada la falta de recursos para mantenerla. Una cosa era ocupar una plaza y otra muy diferente mantenerla en su poder, quedando tan alejada de la frontera.
(Publicada en ABC Córdoba el 12 de julio de 2017 en esta dirección)